“Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos”
Salmos 18:3
El invocar a Dios como lo hizo David antes de ser Rey, es la mejor expresión que podemos tener en cuanto a nuestra fe.
En la Biblia, la palabra hebrea para invocar significa clamar, nombrarlo con expresión muy enfática y la palabra griega significa invocar a una persona, es decir: llamarla por nombre.[1]
Es mi anhelo que se entienda este principio tan importante que puede cambiar nuestra vida en un instante y para siempre si se lo hace con fe.
Si se sigue la lectura del Salmo 18 podemos ver que el salmista fue librado de muchas dificultades:
- De enemigos (Vs. 3)
- De las acechanzas de la muerte (Vs. 4)
- De temores (Vs. 4)
- De angustia (Vs. 6)
- De poderosos enemigos (Vs. 17)
- De quebrantos (Vs. 18)
- Fue defendido de los agravios recibidos (Vs. 47)
La pregunta sería: ¿Esas bendiciones las recibió solo David? Claro que no. Todos los que invocan al Señor reciben su bendición.
Estás atravesando tu vida y esta corre sin que puedas hacer nada. El único que puede intervenir en cualquier situación, sea la que sea, es Dios.
El siempre obra a favor de los que creen. Comienza a invocar su nombre junto a tu experiencia de vida. Recréate en invocarlo a la mañana, a la tarde y a la noche como lo hizo Daniel en 6:10 y podrás ver con los ojos de tu fe y de la realidad como Dios empieza a intervenir, en primer lugar, en tu propia vida y luego a tu alrededor.
Oración
Querido Dios, al igual que David quiero invocarte hoy día y que este invocar sea una costumbre en todo tiempo. Tú sabes mis necesidades y quiero que intervengas con tu poder. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Antonio Kerikian